miércoles, 24 de febrero de 2010

Fama, fortuna, Lincecum


Tomado del San Francisco Chronicle en su versión digital:

Es muy fácil olvidarse de que Tim Lincecum tiene 25 años, porque es difícil imaginarse que no tenga 22. Es decir, todos los aspectos superficiales de su imagen "junior college-late bloomer".


Pero por eso se llaman superficiales. De hecho, Lincecum se basa en que se encuentra listo para lo que para su vida está a punto de convertirse. Está a punto de conocer la claustrofóbica vida de la fama, y aunque no puede ser tan listo como el dice ser, no es la variedad de ojos que descubrirán, sin previo aviso, lo que el revés de la celebridad siente.

A menos de que sea tan raro que incluso no pueda absorberlo.

"Tú no sabes al principio como eso viene hacia tí, y no sé qué se prepara para eso", dijo el martes apoyado en la pared del clubhouse del Scottsdale Stadium, "Tengo buena gente que me puede ayudar, mi agente, los Gigantes, pero en realidad, supongo que tendré que afrontarlo cuando suceda."

Es el enfoque sensato, porque no es el medio que va a hacer la vida de Lincecum rara. El estadio es la zona más controlada de su vida y que tiene más que descubierto cómo afrontar las entrevistas con la prensa.
Parece desarmante franco y libre de artificios, sabiendo (o adivinando así) antes de tiempo lo que la pregunta va a ser y cómo ingeniárselas para conseguir la respuesta. No será tomado por sorpresa en una entrevista.


Pero el resto del mundo es un lugar extraño, aún para las celebridades y atletas convertidos en celebridades. Lincecum es totalmente eso. Entre el dorso de una tarjeta de béisbol, el frente de sus controles y su promoción como la Cara de la Franquicia, es inevitable vivir en el castillo decorativo de la pecera que se colocó en torno a él sin su entrada. Sólo con verlo tratado como un Beatle completo en el Giants FanFest el pasado 6 de febrero, todo el camino marcado por chicas adolescentes gritando hasta quedar roncas fue una experiencia desconcertable. "Es sólo curiosidad -dice Tim-; la gente quiere ver dentro de nuestros refrigeradores y nosotros (athlebrities, para acuñar una palabra) queremos como que ver en los refrigeradores de ellos. No es como cuando me pegue, no veo venir eso. Si me mantengo listo, estaré bien, quiero decir, espero poder estar bien" agregó.

Es que es la última frase que le da esperanza en su nombre. Vio la rueda de prensa del pasado viernes en donde Tiger Woods se disculpaba por los escándalos sexuales en donde estaba involucrado y no hay mayor ejemplo de simulacro de control que un show de terror montado por una celebridad.

El vivió tambien su propio contacto con la infamia. Su detención por posesión de marihuana en el invierno pasado en Washington donde sólo consiguió una multa y una amonestación por parte de un amable juez local, se resolvió ante una nación de mirones a través de una falange de minicams.

Pero no son las caminatas a la corte lo que nos ocupa (Me sentí como que estuviera diciendo: Qué estaba pensando? dice Tim), sino el número de gente que que querían verlo caminar por los pasillos de un tribunal.

Es diferente a la gente que tiene los tickets de la temporada completa pagados para ver si es digno de sus $8 millones, si hay una manera de ganar 12.3 más, así como ganar más premios Cy Young como lo hizo hace un año cuando ganó $650.000. Se trata de las expectativas como un lanzador que entiende mejor, las expectativas como una estrella con la que el lucha. Por qué? Porque es así.

El crédito para Lincecum sobre este tema reside en su reconocimiento de que él se dirige a un territorio desconocido. No es por naturaleza un animal social, no es un frecuente clubber, es probable que pase su tiempo de ocio jugando videojuegos, y en general no es alguien que goza de una habitación en la entrada.
Pero la parte de la celebridad no es su elección. Él no puede mandar en la sala, pero la habitación se retirará en oohs y ahhs cuando entra, y después se aleja. Es una ley de la física, de la misma manera que el caminar por el borde de un edificio que induce un ajuste de la caída.

A lo que Lincecum sonríe y dice: "No voy a tratar de dejarlo demasiado claustrofóbico. Quiero decir, sigue siendo el béisbol."




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